Este proceso de nacimiento y muerte continúa ad infinitum hasta que este flujo es trans-mutado, por decirlo así, al Nibbāna–dhātu, el objetivo último de los buddhistas.
La palabra pali Nibbāna está formada de Ni y Vāna. Ni es una partícula negativa y Vāna significa codicia o ansia. “Se llama Nibbāna, por cuanto es una salida del anhelo que se llama Vāna, codicia.” Literalmente, Nibbāna significa des-apego.
También puede definirse como la extinción de la codicia, el odio y la ignorancia. “El mundo entero está en llamas”, dice el Buddha. “¿Por qué fuego está incendiado? Por el fuego de la codicia, el odio y la ignorancia; por el fuego del nacimiento, la muerte, el dolor, el lamento, la pena y la desesperación está incendiado.”
No debería entenderse que el Nirvana es un estado de la nada o de aniquilación debido al hecho de que no podamos percibirlo con nuestro entendimiento mundano. Uno no puede decir que no hay luz sólo porque un ciego no la vea. También en esa conocida fábula, el pez que discute con su amiga la tortuga concluye de forma triunfante con que no existe la tierra.
El Nirvana de los buddhistas no es una simple nada ni un estado de aniquilación, pero no hay palabras en las lenguas occidentales para expresar adecuadamente lo que es porque no existe un concepto equivalente en los sistemas filosóficos monoteístas.
El Nirvana es un dhamma que es “nonato, no originado, no creado e informe”. De ahí que sea eterno (dhuva), deseable (subha) y feliz (sukha).
En el Nirvana, nada se “eterniza” ni nada se “aniquila”, aparte del sufrimiento.
Según los Libros, se hace referencia al Nirvana como sopādisesa y anupādisesa. Estos, de hecho, no son dos tipos de Nirvana, sino un único que recibe su nombre según la forma en que se experimente, antes o después de la muerte.
El Nirvana no está situado en ningún sitio ni es una suerte de cielo donde resida un ego trascendental. Es un estado dependiente del cuerpo mismo. Es un logro (dhamma) que está al alcance de todos. El Nirvana es un estado supra-mundano alcanzable incluso en esta presente vida. El buddhismo no afirma que este objetivo último sólo pueda alcanzarse en una vida más allá de la presente. Aquí descansa la principal diferencia entre la concepción buddhista del Nirvana y la concepción no buddhista de cielo eterno, sólo alcanzable después de la muerte o en una unión con Dios o la Esencia Divina en una vida después de la vida. Cuando el Nirvana se alcanza en esta vida con la permanencia del cuerpo, se llama sopādisesa nibbāna-dhātu. Cuando un arahant alcanza el parinibbāna, después de la disolución del cuerpo, sin ningún resto de la existencia física, se llama anupādisesa nibbāna-dhātu.
En palabras de Sir Edwin Arnold:
“Si alguien enseña que el Nirvana es cesar,
afirma que miente.
Si alguien enseña que el Nirvana es vivir,
afirma que yerra”.
Desde un punto de vista metafísico, el Nirvana es la liberación del sufrimiento. Desde un punto de vista psicológico, el Nirvana es la erradicación del egoísmo. Desde un punto de vista ético, el Nirvana es la destrucción de la codicia, el odio y la ignorancia.
¿Existe el arahant o no después de la muerte?
El Buddha responde; “El arahant que ha sido liberado de los cinco agregados que conforman la existencia humana es profundo, inconmensurable como el poderoso océano. Decir que ha renacido no se ajustaría al caso. Decir que ni ha renacido ni que no ha renacido no se ajustaría al caso”.
Uno no puede decir que un arahant ha renacido ya que todas las pasiones que condicionan el renacimiento han sido erradicadas; tampoco puede decirse que un arahant ha sido aniquilado pues no hay nada que aniquilar.
Robert Oppenheimer, un científico, escribe: “Si preguntamos, por ejemplo, si la posición del electrón permanece igual, debemos decir “no”; si preguntamos si la posición del electrón cambia con el tiempo, debemos decir “no”; si preguntamos si el electrón está inmóvil, debemos decir “no”; si preguntamos si está en movimiento, debemos decir “no”.
“El Buddha ha dado respuestas como éstas al ser preguntado sobre las condiciones del yo humano (de un arahant) después de la muerte; pero no son respuestas consabidas desde el punto de vista de la tradición científica de los siglos XVII y XVIII”.