En la medida en que existe esta fuerza kármica, se da el renacimiento, pues los seres son simplemente la manifestación visible de esta fuerza kármica invisible. La muerte no es sino el fin de este fenómeno temporal. No es la aniquilación completa de este así llamado ser. La vida orgánica ha cesado, pero la fuerza kármica que ha actuado hasta el momento no ha sido destruida. A la vez que la fuerza kármica permanece completamente inalterada ante la desintegración del cuerpo efímero, la desaparición del presente momento mental que muere sólo condiciona una nueva consciencia en otro nacimiento.
Es el karma, arraigado en la ignorancia y el deseo, lo que condiciona el renacimiento. El karma pasado condiciona el nacimiento presente; y el karma presente, en combinación con el karma pasado, condiciona el futuro. El presente es hijo del pasado y, a su vez, llega a ser padre del futuro.
Si asumimos una vida pasada, el presente y el futuro, entonces, de una vez, nos enfrentamos con el presunto misterioso problema: “¿Cuál es, en última instancia, el origen de la vida?”
Pudiera haber un principio para la vida o pudiera no haberlo.
Una escuela, en un intento de resolver el problema, postula una primera causa, Dios, considerado como una fuerza o como un Ser Todopoderoso.
Otra escuela niega una primera causa dado que, según la experiencia común, la causa siempre se convierte en el efecto y el efecto se convierte en la causa. En un círculo de causa y efecto, una primera causa es inconcebible. Según la primera, la vida ha tenido un principio, según la segunda, no hay principio.
Desde el punto de vista científico, somos los productos directos del espermatozoide y el óvulo provistos por nuestros padres. En este sentido, la vida precede a la vida. Con respecto al origen del primer protoplasma de vida, o coloide, los científicos alegan ignorancia.
Según el buddhismo, nosotros nacemos de la matriz de la acción (kamma-yoni). Los padres proporcionan simplemente una pequeña célula infinitesimal. De este modo, la vida precede a la vida. En el momento de la concepción, es el karma pasado lo que condiciona la consciencia inicial que vitaliza el feto. Esta energía kármica invisible, generada desde el nacimiento pasado, es la que produce tanto los fenómenos mentales como el fenómeno de la vida en un fenómeno físico ya existente para completar el trío que constituye el hombre.
Para que aquí nazca un ser, un ser debe morir en alguna parte. El nacimiento de un ser, que significa estrictamente el surgimiento de cinco agregados o fenómenos psico-físicos en esta vida presente, corresponde a la muerte de un ser en una pasada vida; igual que, en términos convencionales, la salida del sol en un lugar significa la puesta del sol en otro. Esta afirmación enigmática podría ser mejor entendida imaginando la vida como una onda y no como una línea recta. El nacimiento y la muerte son sólo dos fases del mismo proceso. El nacimiento precede a la muerte, y la muerte, por otra parte, precede al nacimiento. La sucesión constante de nacimiento y muerte en conexión con cada flujo de vida individual constituye lo que se conoce técnicamente como saṃsāra -el vagar recurrente-.
¿Cuál es el origen último de la vida?
El Buddha declara: “El principio de este saṃsāra es inconcebible. Un primer principio de los seres que, obstaculizados por la ignorancia y encadenados por el deseo, erran y siguen errando, no puede ser concebido”.
Esta corriente de vida fluye ad infinitum mientras es alimentada por las turbias aguas de la ignorancia y el ansia. Sólo cuando estas dos son completamente suprimidas, si uno así lo quiere, la corriente deja de fluir y el renacimiento termina como en el caso de los buddhas y los arahants. No puede determinarse un primer comienzo de esta corriente de vida, al igual que tampoco puede percibirse un estado cuando esta fuerza vital no ha estado llena de ignorancia y ansia.
El Buddha se ha referido aquí sólo al principio de la corriente vital de los seres vivientes. Se deja para los científicos especular sobre el origen y la evolución del universo. El Buddha no intenta resolver todos los problemas éticos y filosóficos que desconciertan a la humanidad. Nunca trata teorías y especulaciones que no se ocupen o de cómo infundir en alguien sentimientos de compasión y virtud o del despertar. Tampoco demanda fe ciega de sus adeptos sobre una Primera Causa. Él se preocupa sobre todo del problema del sufrimiento y su destrucción. Con ninguno más que con este específico propósito práctico a la vista, todos los asuntos laterales irrelevantes son completamente ignorados.
Pero, ¿cómo vamos a creer que hay una existencia pasada?
Las evidencias más valiosas que los buddhistas mencionan a favor del renacimiento es el Buddha mismo, pues desarrolló un conocimiento que le permitió leer pasadas y futuras vidas.
Siguiendo sus instrucciones, sus discípulos también desarrollaron este conocimiento y fueron capaces de leer sus vidas pasadas en gran medida.
Incluso algunos indios rishis, antes del advenimiento del Buddha, se distinguían por poseer poderes psíquicos tales como la clariaudiencia, la clarividencia, la lectura del pensamiento, el recuerdo de pasados nacimientos, etc.
Hay también algunas personas que, probablemente, conforme a las leyes de asociación mental, desarrollan espontáneamente el recuerdo de su pasado nacimiento, y recuerdan fragmentos de sus vidas anteriores. Tales casos son muy extraños, pero estos pocos bien certificados y respetables casos tienden a arrojar alguna luz sobre la idea de un nacimiento pasado. Igual es el caso de las experiencias de algunos parapsicólogos modernos dignos de confianza y los extraños casos de personalidades múltiples y que se alternan.
En estados hipnóticos, algunos relatan experiencias de sus pasadas vidas; mientras que otros pocos leen las vidas pasadas de otros e incluso curan enfermedades.
Algunas veces, tenemos experiencias extrañas que no pueden ser explicadas si no es por el renacimiento.
¿Con qué frecuencia encontramos personas a las que jamás habíamos visto y, sin embargo, sentimos instintivamente que nos son bastante familiares? ¿Cuántas veces visitamos lugares y nos sentimos impresionados al notar que conocemos perfectamente esos alrededores?
El Buddha nos dice: “Mediante asociaciones previas o ventajas presentes, ese viejo amor se levanta de repente de nuevo como la flor del loto en el agua”.
Las experiencias de algunos modernos parapsicólogos de confianza, los fenómenos fantasmales, las comunicaciones de los espíritus, las personalidades alternativas y múltiples, etcétera, arrojan alguna luz sobre este problema del renacimiento.
A este mundo vienen Perfectos como los buddhas y personalidades altamente desarrolladas. ¿Evolucionan de repente? ¿Pueden ser producto de una sola existencia?
¿Cómo hacemos para explicar grandes personalidades como Buddhagosa, Panini, Kalidasa, Homero y Platón, genios como Shakespeare, niños prodigio como Pascal, Mozart, Beethoven, Rafael, Ramanujan, etc.?
La herencia por sí sola no puede explicarlos, “Su ascendencia lo hubiese revelado; su descendencia, que hubiese sido aún más grande que ellos, lo hubiese demostrado”.
¿Podrían ellos haber llegado hasta cimas tan sublimes si no hubieran vivido nobles vidas y obtenido experiencias similares en el pasado? ¿Es por mera casualidad que nacieran de esos padres en particular y se situaran bajo esas circunstancias favorables?
Los pocos años que hemos tenido el privilegio de pasar aquí, a lo sumo cien años, sin duda deben ser una preparación insuficiente para la eternidad.
Si uno cree en el presente y en el futuro, es bastante lógico creer en el pasado. El presente es el hijo del pasado y actúa, a su vez, como padre del futuro.
Si existe alguna razón para creer que hemos existido en el pasado, entonces, seguramente, no hay razón para no creer que continuaremos existiendo después de que nuestra vida presente haya cesado en apariencia.
El siguiente es, en realidad, un argumento sólido a favor de las vidas pasadas y futuras: “en este mundo, personas virtuosas son a menudo desafortunadas y personas viciosas, prósperas”.
Un escritor occidental dice: “Creamos en una existencia pasada o no, ello supone la única hipótesis razonable que cubre ciertas lagunas en el conocimiento humano en relación a determinados hechos de la vida diaria. Nuestra razón nos dice que únicamente esta idea del nacimiento pasado y el karma pueden explicar los grados de diferencia que existen entre gemelos, cómo hombres como Shakespeare, con una experiencia muy limitada, son capaces de retratar con maravillosa exactitud los muy diversos tipos de carácter humano, escenarios y demás, de los cuales ellos no podían tener un conocimiento real; o por qué el trabajo de los genios trasciende invariablemente su experiencia, la existencia de la precocidad infantil, la vasta diversidad de mentalidades y morales, cerebrales y psicológicas, de condiciones, circunstancias y entorno observables por el mundo, etcétera”.
Debería afirmarse que esta doctrina del renacimiento no puede ser ni probada ni desaprobada experimentalmente, pero es aceptada como un hecho evidentemente verificable.
La causa de este karma, continua el Buddha, es avijjā o ignorancia de las Cuatro Nobles Verdades. La ignorancia es, por lo tanto, la causa del nacimiento y la muerte; y su transmutación en conocimiento o vijjā es, consecuentemente, su cesación.
El resultado de este método analítico se sintetiza en el Paṭicca Samuppāda: la Originación en Dependencia (de condiciones).